El Ají es un fruto cuya planta es de tallo leñoso, generalmente posee forma de arbusto, y sus flores suelen ser blancas o verdosas. El fruto de Ají es una baya que varía en color y tamaño que de acuerdo a su variedad puede ser cúbico, esférico, redondo, cuya carnosidad varía también según su especie y en su cuerpo posee aceites esenciales. El interior del Ají es hueco y posee semillas amarillas que contienen alcaloide piperina (5-10 %) que le proporciona el característico gusto picante.
En Argentina su zona de cultivo es en la provincia de Salta y los Valles Calchaquies.
El Ají tiene un aporte calórico importante, mucha agua, fibra y casi no tiene grasas, por lo que se puede incluir en dietas para bajar de peso. Posee vitamina C, E, A, B1, B2, B3, B6. Y minerales como el fósforo, magnesio, potasio y calcio. El fruto del Ají tiene también ácido fólico, carotenos, beta caroteno, capsaicina.
El Ají, por su contenido en vitamina E, es un gran antioxidante.
Como condimento el Ají se usa como fruto maduro o verde, enteros o molidos; encurtidos en vinagre o aceite; o como oleorresinas.
Los mayas lo utilizaban en la preparación del cacao caliente o para moles. Actualmente, se los consume frescos, fritos o asados, en conservas y para pimentón, triturando o moliendo los granos. Es un ingrediente tradicional de las comidas de México, el Caribe, Tailandia, Perú, Bolivia y en del Río de la Plata (en Argentina y Perú es infaltable para la preparación del chimichurri, o en el locro, la salsa criolla, parte del relleno de la mayoría de las empanadas, adobos para pizzas, tucos etc.), tanto por su sabor picante como para darle color a los platos preparados.